Recibimos de María Elena Delgado*, su primera expresión escrita sobre recuerdos de su infancia. Esta primera nota está referida a sus primeros años en los parajes de la hermosa cordillera de Nahuelbuta, y que con mucho agrado reproducimos aquí: Un día engalanado de blanco.
No tendría más de seis años de edad, cuando llegué junto a mi familia: mi papá, mamá y cuatro de mis seis hermanos a vivir a un hermoso lugar de la Cordillera de Nahuelbuta llamado San Alfonso.
No tendría más de seis años de edad, cuando llegué junto a mi familia: mi papá, mamá y cuatro de mis seis hermanos a vivir a un hermoso lugar de la Cordillera de Nahuelbuta llamado San Alfonso.
Mi madre con esa sabiduría que sólo la sabiduría natural nos sabe dar, mirando el cielo y percibiendo un aroma a limón en el medio ambiente nos decía: "Esta noche nevará."
Como hermana mayor yo tomaba este presagio con gran alegría casi emocionada. Al llegar la noche, me senté en el dintel de la ventana del living que daba hacia el jardín que era iluminado por un farol esperando que cayeran los primeros y anhelados copitos de nieve. Por supuesto, que no me acosté hasta ver todo tapizado de blanco.
Como hermana mayor yo tomaba este presagio con gran alegría casi emocionada. Al llegar la noche, me senté en el dintel de la ventana del living que daba hacia el jardín que era iluminado por un farol esperando que cayeran los primeros y anhelados copitos de nieve. Por supuesto, que no me acosté hasta ver todo tapizado de blanco.
Al día siguiente y por varios días, con mi corazón henchido de alegría despertaba muy temprano a mis hermanos y apenas nos lavábamos la punta de la nariz nos colocábamos botas de agua y abrigo y salíamos a disfrutar de la nieve. 
Mi madre en el antejardín nos construía un hermoso mono de nieve que preservaba con sal para que no se derritiera. En tanto, que mi padre se unía a nuestras jugarretas infantiles lanzándonos bolas de nieve y compitiendo a quién hacia la pelota de nieve más grande.
Pero lo mejor estaba por pasar. Eran los helados artesanales preparados con leche y especias que preparaba mi madre y que sentados junto al calor de una chimenea y unas deliciosas galletas traidas desde Cañete por mi padre nos sentábamos a disfrutar, alrededor de aquel calor familiar que nunca se olvidará. A degustar los helados más ricos y los recuerdos más hermosos de uno de los tantos de aquellos engalanados días de nieve.
Mi madre en el antejardín nos construía un hermoso mono de nieve que preservaba con sal para que no se derritiera. En tanto, que mi padre se unía a nuestras jugarretas infantiles lanzándonos bolas de nieve y compitiendo a quién hacia la pelota de nieve más grande.
Pero lo mejor estaba por pasar. Eran los helados artesanales preparados con leche y especias que preparaba mi madre y que sentados junto al calor de una chimenea y unas deliciosas galletas traidas desde Cañete por mi padre nos sentábamos a disfrutar, alrededor de aquel calor familiar que nunca se olvidará. A degustar los helados más ricos y los recuerdos más hermosos de uno de los tantos de aquellos engalanados días de nieve.
* María Elena Delgado, es ex-profesora de la Escuela Orlando Delgado de Antihuala, actualmente residente en Talcahuano.
