SOMOS EL PRIMER DIARIO ELECTRÓNICO CIUDADANO DEDICADO A ANTIHUALA, TEMUCO CHICO, LA ARAUCANA Y CARAMÁVIDA, QUE INCLUYE ADEMÁS, NOTICIAS DE LA COMUNA DE LOS ÁLAMOS, PROVINCIA DE ARAUCO, REGIÓN DEL BÍO-BÍO, CHILE. CREADO EL 1° DE JUNIO DE 2009.

viernes, 15 de enero de 2010

Leyenda: "María Burdiles"


Por Francisco Ruiz Burdiles, escritor de Curanilahue

Lo más probable es que a pleno sol, montada en su caballo, con sombrero de alas anchas, vestimenta de vaquera y su pistola al cinto, doña MARIA BURDILES nunca oyó hablar de feminismo, femicidios ni de paridad. Tampoco pudo imaginar que muchos años después la chilena Elena Caffarena conseguiría que las mujeres votaran por primera vez para elegir a sus autoridades. Perdida en las montañas de Nahuelbuta, entre Los Alamos y Nacimiento, apenas atinó a reaccionar por instinto ante cada una de las amenazas que a diario debió enfrentar, desde que fue una niña pobre, de familia campesina, lejos de la civilización. ¿Independista o pendenciera? ¿Feminista o machista?¿ Revolucionaria o ambiciosa?


Doña María Burdiles nació en el seno de una familia pobre que cuidaba tierras sin medida de ricos desconocidos que las habían comprado a precio de ganga en alguna oficina de la capital, cuando los mapas y los negocios eran aún menos transparentes que hoy. Los dueños ni siquiera conocían sus tierras; pero, una vez al año, el padre de Doña María debía bajar al poblado de Los Álamos con un arreo de animales y quesos que dejaba como ofrenda en manos de los representantes del patrón. Seguramente , cuando era adolescente , ella lo acompañó en algunos de esos arreos; era diestra en el manejo del caballo y entre chiflidos y rebencazos no hubo animal que osara salírsele del piño. Conoció el duro oficio campesino, pero jamás entendió que las tierras casi nunca son de aquel que las trabaja. Por eso un día se quedó con ellas; y en aquellos parajes, donde casi no habitaba un alma, los carabineros no pudieron quitársela ni a tiros. Por último, cuando casi lo lograron, recibió la ayuda de cuatreros que pasaban por allí con un contrabando de animales. A merced del fuego cruzado, los carabineros optaron por emprender la retirada y no volver a las montañas.


Tuvo fama de amazona, amante y pendenciera. Alta, fornida y de carácter duro, se casó con un hombre debilucho y pequeño del que nunca estuvo enamorada. No se sabe si estuvo legalmente casada, lo que sí sabemos es que los hijos que tuvo no llevaron el apellido de aquel padre. Posiblemente lo encontraba poco digno de su descendencia, por eso los apellidó Burdiles. Y más tarde continuó dando su apellido a otros niños huérfanos que recogió en los campos pobres de la cordillera. Doña María Burdiles infundía temor y respeto entre sus parientes. Un sobrino suyo, Francisco Burdiles, administró muchos años después un campo por aquellos lados. A veces ella llegaba a visitarlo. Desde las trancas gritaba para que vinieran a abrirle el paso. No se bajaba del caballo ni aceptaba que un peón del fundo viniera a abrirlas. Exigía que fuera su sobrino, en persona, y después lo apartaba con el rebenque, azuzando su caballo hasta la entrada de la casa. Generosa, repartió animales y parte de sus tierras no sólo a su familia. Había trabajado con entusiasmo y fiereza . El número de animales que pastaban en sus campos se había multiplicado. Algunos dicen que parte de esos animales provenían de los bandoleros que cultivaron con ella una amistad después de tanto ir y venir por esas cumbres con ganado ajeno. Era de genio rápido: cuando alguien se enojaba , en mi familia materna, solían decir “ya se enojó doña María Burdiles”.


Yo escuché hablar de ella por primera vez cuando llegué al internado de Concepción. Al pasar lista, un viejo profesor de artes se detuvo al ver mi apellido materno. Me preguntó si yo vivía en Los Alamos o en Caramávida. Contesté que no, pues no conocía esos lugares. “Pregúntale a tu mamá”, me dijo. A la semana siguiente el profesor pasó lista y se detuvo otra vez frente a mi nombre. -¿Y, qué dijo tu mamá?, preguntó.-Dijo que su familia venía de más arriba de Caramávida, señor - respondí.-Entonces yo conocí a una pariente tuya que seguramente era tu tía abuela, dijo, sonriendo satisfecho. -Fíjate que cuando era muy niño visité el campo que tenía mi abuelo en la cordillera, más arriba del río Caramávida. Hasta allí llegó una mujer a la que todos miraban con respeto y temor. Se vestía como pistolero y llevaba un rebenque colgando de su mano. Nunca se bajó del caballo, conversó con mi abuelo y él le ofreció una jarra de vino tinto con harina tostada. que ella se empinó y bebió de una sola vez. Después lanzó al suelo el concho del la jarra jy se la devolvió a mi abuelo; alisó el ala de su sombrero , le dio un apretón de mano y salió galopando. Le pregunté a mi abuelo quién era esa mujer tan grande. Me dijo : Es doña María Burdiles.

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